domingo, 14 de agosto de 2011

Escribirte

Escribirte un cuento es un silencio alargado de mi boca y un discurso entero de mis dedos. Es metaforizarte en cada imagen, esconderte en las palabras, describirte en las pausas. Es verter tu anatomía en las líneas, hacer que se amolden a tus senos, que se ajusten a tu cadera, que hagan lucir más tus piernas y sean los tacones en tus pies.

Escribir sin que sea por ti a veces no tiene gracia. Está bien quejarse de los otros pero algo queda vacío y luego me sorprendo pensándote a medio dialogo interior, te filtras y ahí te quedas porque removerte sería sacrilegio. Cuando, en el punto álgido, el personaje principal se encuentra de frente con la chica de sus sueños, esa chica por más quiera que sea otra terminas siendo tú; así que prefiero discernir sobre los signos de puntuación y ya no escribo historias con personajes, me pone celoso saber que te corteja un tipo fracasado al cual he creado para ser infeliz. Él no te merecería nunca, por eso lo borro.

A veces escribo los cuentos para ti en una hoja de papel y los paso a computadora después para que al abrir un link los puedas leer en mi blog, los puedas copiar, los puedas imprimir y guardar.

Escribirte también me gusta hacerlo sobre tu piel. Trazar con mis manos entintadas de deseo líneas que nadie más que nosotros debe escuchar. Grabar con mi mirada una inscripción sobre tu espalda, cuando frente al espejo te maquillas. A besos, ir sembrando palabras en tu cuerpo. Escriturarte toda para mí, eso es lo que quiero. Eres el espacio ideal para las palabras de amor cursi/perverso, eres mi heterotopia, mi lugar perfecto.

Escribir, para acabar y no alargarme más, no es escribir si no estás. Escribirte un cuento es todo lo que hago cada vez que te veo.

sábado, 23 de julio de 2011

Viaje

Pienso en ti al subir al autobús que me llevará de regreso al lugar dónde no estás. Por la ventanilla se asoman al interior los paisajes: árboles que parecen estar tras neblina y hondonadas llenas de verde, un verde tan vivo como el recuerdo de tus labios en mi cuello. Pero eso es cuando ya llevo bastantes kilómetros lejos, antes está tu imagen grabada de cómo subes la escalinata hasta la cima del puente y mi deseo de saltar hacia fuera de todo y alcanzarte corriendo. Antes está el sabor del aire compartido y el cruce de miradas que complican la despedida. Antes está la noche en que te sueño, teniéndote a unos metros. O la tarde repleta de caricias. O la mañana de un paseo por calles atestadas.

Ahora es otra noche, de otro día, en otra ciudad. E igual te extraño. Igual me apego al sonido de las canciones que me traen en piezas tu risa y la sombra de un abrazo se presenta como la muerte de la ausencia, aunque sea por un momento. Se reviste esta habitación como si fuese otra, una que habitamos juntos: al lado de mí se desarrolla la escena que ambos esperamos. En la esquina contraria es de mañana, el sol entra y cae sobre la mesa servida, tú esperas sentada a que el café se enfríe porque me he pasado de agua en las tazas. El mío negro. El tuyo con leche.

Pienso en ti, en la cama que no compartimos y la oscuridad que no iluminamos con nuestras palabras.

Todo se parte. Se fragmenta en escenas que no han ocurrido. Así son mis días sin el roce de tus manos. Este lugar no existe, existe el que no tenemos. Trato de olvidar que la semana será larga hasta que llegues con el instructivo para rearmarme y que me guíes hasta tu cintura, que me dejes entrar y perderme en el laberinto de tu cuerpo para intentar llegar a tu centro, encadenar mis dedos a tu cabello, que dejes a mi nombre habitar la punta de tu lengua.

No quiero que la grabación se detenga, por eso cada que llega a los acordes finales la regreso y reproduzco de nuevo, es una forma de mantenerte aquí antes de dormir. Por eso me mantengo despierto, contándome la historia de este fin de semana, imaginando que lo hago desde el autobús, en el camino de regreso a casa, mientras afuera de la ventanilla los árboles se terminan y empiezan las casas, llego a la terminal, cruzo el área principal, salgo, subo el puente, avanzo entre las personas, pero estoy solo y me pregunto si sientes lo mismo, si no quisieras congelar ese instante en que estamos abrazados, mirándonos fijamente.

Pienso en ti y me llenas la noche con el aroma de tu memoria.

Al final me he dado cuenta de que todas las líneas que te pueda escribir, todas, sólo dicen una cosa. Todas se resumen al decirte que extraño, que te amo. Eso fue lo único que realmente pensé durante todo el viaje de regreso. Eso es en lo único que vale la pena pensar: en ti.

viernes, 20 de mayo de 2011

Paréntesis

Mi más grande obsesión son los paréntesis. No lo que va en ellos, sino ellos. Porque lo que va es alteridad del discurso aun si es una alteridad intrascendente.

Los uso con placer. Siempre hay algo que queda bien entre paréntesis, sea una aclaración, sea una duda, sea una conversación imbuida en otra, sea lo que sea. Y en último termino, todo es susceptible de ir entre paréntesis. Una vida puede ser interrumpida con ellos, y se pone dentro otra; las relaciones a veces se ponen entre paréntesis y a veces son interrumpidas por paréntesis.

Todos en algún momento hemos puesto algo o a alguien entre paréntesis.

Tal vez, al escribir, se puedan asimilar a un paciente en coma -más bien sería un discurso en coma- que duerme en su cama, y los paréntesis encierran el sueño, mientras todo lo otro gira en el exterior.

miércoles, 18 de mayo de 2011

Puntos suspensivos

Los puntos suspensivos son de mis favoritos, siempre me traen la idea de la continuidad. No son un quiebre ni una pausa común, cómo lo serían si incluso tienen su propio tiempo, distinto al tiempo de todos los otros signos de puntuación.

También gozan de crear espacio entre palabras, espacio que no está vacío como cualquier otro espacio entre palabras. Es un espacio con fondo, un espacio que no marca límites ni corta caminos, en todo caso son puentes entre oraciones, entre ideas.

Unen a la vez que separan. Son estructuras complejas contenidas en tres simples e ínfimos puntitos. Pero también pueden ser más, muchos más; nada me impide formar decenas de ellos entre dos palabras, o sin palabras en los extremos (como esos puentes colgantes en medio de las sierras, o de cualquier zona atestada de naturaleza, que cruzan ríos y acantilados, comunicando a los pequeños poblados que están más allá, muchos kilómetros al fondo, nunca cerca del inicio o el fin de los puentes), simplemente dejarlos ahí, uniendo la nada, significando el silencio.

martes, 10 de mayo de 2011

Comillas

“Nos vemos en la noche” me escribes, pero no nos vemos. Pero sí. Es complicado, más bien. Porque de vernos lo que se dice “vernos”, es decir, de percibirnos como cuerpos, tangibles el uno al otro, pues no, ese tipo de percepción se nos ha negado hasta el momento.

Pero hay otra, una que podemos llamar más profunda. Es ese “vernos” que no necesita de la vista. Un “vernos” que es “leernos” que se convirtió en “amarnos”, y amarnos sin comillas porque sin comillas es cómo la palabra pasa de la teoría a la acción. Después de todo, incluso sin leerte, te sé ahí. “Ahí” es otra palabra que no necesita un referente entre nosotros, porque el “ahí” tuyo es mi “aquí” y el “aquí” mío es tu “ahí” y todo es un mismo lugar que al final somos los dos como espacio dónde se desarrolla una historia que no es de nadie más, que es autre espace que no pertenece al plano en que existimos sino al que quisiéramos hacer existir.

Por eso es que dices (lo dices pues tu voz va en tu escritura): “Nos vemos en la noche” y nos vemos porque estamos juntos y no “juntos” como podrían pensar los que no creen en nuestras palabras sin comillas.

martes, 3 de mayo de 2011

Nota sobre una nota

Escribiré una nota en la que explique mis motivos para amarte, la dejaré justo entre tus cosas para que en el camino de regreso la encuentres, o quizá ya cuando hayas llegado, y la leas pensando en mí.

No es sólo que te lea cada noche el motivo que me guía a decirte que escribiré esa nota, como si estuviera dando por sentado que tendré la oportunidad de colocarla entre tus cosas una mañana, una mañana que lleva implícita una noche. Una noche que lleva implícita una tarde. Es más bien que considero necesario expresarlo (lo que siento por ti) de tantas maneras como me sea posible.

Pero volvamos a la nota.

Esa nota, que llevará escritos mis motivos, aún no sé si redactarla antes, digamos la noche anterior a la tarde en que te encuentre, o sí, es otra opción, la haga expresamente, en cualquier papel que encuentre en la habitación, siendo cuidadoso de despertar antes que tú para que no te des cuenta de lo que hago. Cualquiera de las dos maneras, ten por seguro que será una nota que no puedas dejar de leer en un buen tiempo.

¿Por qué una nota? En tal caso tendré la oportunidad de decírtelo todo, a media voz, casi en un susurro, que es como se hace cuando la ternura acompaña al habla, cuando no son fonemas solamente lo que se emite al articular los sonidos………igual al escribir la nota no será un simple sintagma susceptible de cualquier análisis morfosintáctico o discursivo, su significación será aprehensible sólo para ti, no a los ojos de otros, porque esas palabras tendrán una sola direccionalidad, aunque no un sentido univoco. Así pues, la nota responde a la necesidad de que esos fonemas no se escapen y los tengas para saber que mi voz va en ellos a pesar de no escucharla, justo como mis caricias irán escritas en tu piel.

Me imagino la escena: tu rostro cuando halles esa nota, imagino como al tiempo que la lees una sonrisa se abre paso en tus labios y un brillo especial hace en tus ojos resaltar una mirada cautivadora.

También podría imaginar todo lo que pudiera pasar antes de ese momento, el día y la noche anteriores. Pero eso prefiero no imaginarlo y esperar a que pase, porque, vamos, entonces no habría razón para ansiar el momento de verte ni el de escribir esa nota a la mañana siguiente.

martes, 15 de marzo de 2011

Wake up, my love

Despierta, amor, tengo cosas que debo decir antes de que sonrías esta mañana. Supongo que traerte el café hasta la cama no te dice nada bueno, porque, ya ves, nunca tengo estos detalles. Pero bebe, acábate la taza, no quiero que me arrojes su contenido en la cara. Termina de despertar; sorbo tras sorbo abre más los ojos, despabílate, que la luz del exterior -esos rayos de sol que traspasan la ventana- te haga saber que es de día, que esto no es un sueño, no es otra de tus pesadillas. Son malas noticias que no te imaginas pero que te dolerán. Simplemente no quiero volver la mirada cada que salgo por la puerta para toparme con un rostro que no es como lo conocí, me niego a besarte sabiendo que nada es igual. Mírame, estoy cansado de pelear, ya no puedo enfrentarme a tus noches, no puedo tomarte de la mano sin una ligera sensación de malestar, no quiero estar a tu lado, amándote sin amarte de verdad…no puedo, no quiero, no puedo, no quiero, no puedo, no quiero, no puedo…..no, no quiero…por eso, antes de engañarte con cualquier mujer que se preste al juego de la seducción que tú y yo hemos olvidado tan rápido, prefiero anunciarte, cuando con la mirada me preguntes si estoy bien (como haces todas las mañana), que debemos divorciarnos.