Los puntos suspensivos son de mis favoritos, siempre me traen la idea de la continuidad. No son un quiebre ni una pausa común, cómo lo serían si incluso tienen su propio tiempo, distinto al tiempo de todos los otros signos de puntuación.
También gozan de crear espacio entre palabras, espacio que no está vacío como cualquier otro espacio entre palabras. Es un espacio con fondo, un espacio que no marca límites ni corta caminos, en todo caso son puentes entre oraciones, entre ideas.
Unen a la vez que separan. Son estructuras complejas contenidas en tres simples e ínfimos puntitos. Pero también pueden ser más, muchos más; nada me impide formar decenas de ellos entre dos palabras, o sin palabras en los extremos (como esos puentes colgantes en medio de las sierras, o de cualquier zona atestada de naturaleza, que cruzan ríos y acantilados, comunicando a los pequeños poblados que están más allá, muchos kilómetros al fondo, nunca cerca del inicio o el fin de los puentes), simplemente dejarlos ahí, uniendo la nada, significando el silencio.
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