Escribirte un cuento es un silencio alargado de mi boca y un discurso entero de mis dedos. Es metaforizarte en cada imagen, esconderte en las palabras, describirte en las pausas. Es verter tu anatomía en las líneas, hacer que se amolden a tus senos, que se ajusten a tu cadera, que hagan lucir más tus piernas y sean los tacones en tus pies.
Escribir sin que sea por ti a veces no tiene gracia. Está bien quejarse de los otros pero algo queda vacío y luego me sorprendo pensándote a medio dialogo interior, te filtras y ahí te quedas porque removerte sería sacrilegio. Cuando, en el punto álgido, el personaje principal se encuentra de frente con la chica de sus sueños, esa chica por más quiera que sea otra terminas siendo tú; así que prefiero discernir sobre los signos de puntuación y ya no escribo historias con personajes, me pone celoso saber que te corteja un tipo fracasado al cual he creado para ser infeliz. Él no te merecería nunca, por eso lo borro.
A veces escribo los cuentos para ti en una hoja de papel y los paso a computadora después para que al abrir un link los puedas leer en mi blog, los puedas copiar, los puedas imprimir y guardar.
Escribirte también me gusta hacerlo sobre tu piel. Trazar con mis manos entintadas de deseo líneas que nadie más que nosotros debe escuchar. Grabar con mi mirada una inscripción sobre tu espalda, cuando frente al espejo te maquillas. A besos, ir sembrando palabras en tu cuerpo. Escriturarte toda para mí, eso es lo que quiero. Eres el espacio ideal para las palabras de amor cursi/perverso, eres mi heterotopia, mi lugar perfecto.
Escribir, para acabar y no alargarme más, no es escribir si no estás. Escribirte un cuento es todo lo que hago cada vez que te veo.