jueves, 15 de julio de 2010

Sabes


Seguro y sabes algo que yo no sé. No sé porque, pero lo sé. Lo sé porque lo siento cuando tu rostro se contrae de esa forma tan tuya que no deja lugar a duda alguna.

De vez en cuando un beso te doy en sueños. Otras tantas me lo imagino lo más consciente que puedo estar sabiendo que todo es mentira, que todos es ilusión. Has de entender que no encuentro otra forma para entender el mundo y que no me represente problema al momento de decir muerte, que es todo lo que todos decimos todo el día.

Y sí, miento, te imagino real, miento, pero está bien, miento, que no estés cuando estoy, miento, y que cuando me necesitas te vayas con el mes en la maleta para dar una vuelta que dure, para mi, siete años de perro, hasta el próximo tercer sábado de enero. Entero me encuentras y te vas de nuevo; es que no hay nada que curar más que las heridas que causas, y esas no las sabes tratar. Pero miento, por que, en efecto, llegas y te vas pero no ves que bajo la ropa llevo marcas de las otras, arañazos de uñas postizas que no arden igual entre ellas y mucho menos se comparan con las tuyas.

Con el cenicero repleto, te escucho en un café que prefiero de entre todos por la compañía que te suple; con ellos a mi lado, para que te quiero, si ellos no me gritan que su madre no nos ve desde hace tres días y se preocupa si no comemos lo que desea pedir al camarero en nombre nuestro, cuando nos descuidamos. Ahora el cenicero se desborda, pues nadie me detiene, nadie me dice que no, que es malo, que me hace daño. Nadie que me quite el cigarro para acabárselo en dos o tres aspiraciones.

Igual que hace dos noches, entro y me espanto. Ya debería estar acostumbrado al silencio que me recibe. Pero abrir la puerta sin que te quejes de algo es en verdad atemorizante. Esto sí que es soledad, disfrutarla me asusta.

Sin embargo, te extraño, no como se extraña el amor que se pierde entre la gente y se funde en la masa. No, yo te extraño como extraño que pasen Dragon Ball dos veces al día. Te extraño como extraño que pase esa canción en la radio, esa de la que nunca he sabido el nombre.
Al final te amo, porque, sabes, esa forma de extrañarte la asocio a la nostalgia, y de la nostalgia a la melancolía me falta un trecho exageradamente corto que recorrer. La melancolía es incurable, me dijeron. El amarte también, me digo. O no. O sí.

Entonces no importa lo que digas ni como lo digas; no importa como me trates o si te vas y vuelves cuando seas vieja, en diez años (o, de preferencia, en mi cumpleaños dos mil ochocientos noventa y nueve) y te enfrentes a una tumba (que puede ser mía o no).

Todo lo que digo es lo que sé, pero todavía sabes algo que yo no, y no sé como saberlo. Algo sabes porque sé que siempre has sabido que no puedes mentirme. Eso que sabes, y que no me dices, queda en el silencio. Y nunca me lo dirás, pues ahora que te fuiste no te hablo a ti, le hablo a tu retrato, que es menos dañino por las noches, porque a pesar de que no contesta, tampoco reclama.

6 comentarios:

gysa dijo...

Vaya, está genial...es tuyo???..."(GYSA)"

José Luis Dávila dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
José Luis Dávila dijo...

Así es, es mío; gracias por tu comentario, es bueno saber que te gusta. Ya después pasaré por tu blog. (Borre el otro comentario porque me equivoque al escribir)

Anónimo dijo...

Me gusta tu blog y también tu historia, me recuerda amores viejos, un gusto haberme topado con tu blog.

José Luis Dávila dijo...

Gracias, querido o querida Anónimo

Anónimo dijo...

me encanto, encerio escribes con mucho sentimiento
me recuerda muchas cosas