Pinto en este lienzo un retrato de la emperatriz mexicana encerrada en un manicomio de un país que ya no es suyo; ella espera las noticias que le trae día a día el mensajero y con alegría recibe las nostalgias que la consumen hasta que, veinticuatro horas después, se presenta otra vez el mensajero y le trae nuevos recuerdos.
Carlota se muere un poco en cada línea que retrocede en la vida de un imperio que Maximiliano no pudo gobernar; mientras las páginas avanzan mi pintura se desvanece, ahora me es imposible reconocer el rostro de mi modelo porque las palabras que forman imágenes en su mente se revuelven y confunden la edad que tiene.
De pronto es un paisaje de Miramar lo que veo ante mí, enmarcado en las lágrimas de una mujer que perdió a su esposo en un cerro por orden de un indio de Oaxaca que llego a ser presidente, o una niña con su abuelo en los jardines reales, o una mujer en un barco que se dirige a un lugar desconocido.
Se transforma tanto que los colores se mezclan y ya no se muestra nada.
Salgo de casa, voy en camino a comprar otro lienzo y más pintura. Me pregunto si fue fácil para un hombre como Del Paso reconstruir a partir de los fragmentos de historia, bajo una percepción subjetiva, un tiempo en el que dos tipos de gobierno pugnaban por la legitimidad.
Al regresar a casa abro el libro y me encuentro ante la ficción dentro de la historia. Volví a la frase que me instigó a empezar la pintura, pero ya no tiene el sentido de antes porque se fue la melancolía y quedó la sátira de una época en la que Juárez fue héroe y villano. ¿Así es la historia, tan cambiante, siempre dependiente de la versión dada por el vencedor?
A través de los capítulos me encuentro con más y más imágenes que forman la novela y la constituyen como obra de valor incalculable. Entre ellas están las horas de prisión del segundo emperador de México y las costumbres de los allegados al Castillo de Chapultepec.
Me doy cuenta de que el sufrimiento de la mujer, hablo de Carlota, es el regreso al presente, es el viaje por el camino que se trazó mucho antes por las manos ajenas y las propias; no queda otra cosa que caminar hacia delante para reconocerse en el presente.
Llega nuevamente el mensajero, llega Del Paso, y trae consigo Noticias del Imperio, trae memorias perdidas en lugares lejanos que fueron recuperadas, trae un retrato (mejor que el que yo podría hacer) de una guerra y de los personajes que la historia se ha encargado de juzgar, son cosas que nos narra para que nos enteremos de lo que aconteció en la efímera vida de palacio de Maximiliano y Carlota.
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