Incertidumbre

Debe estar por aquí el lugar que perdí cuando le di la espalda a mis recuerdos, antes de salir de casa esta mañana. Estando en la puerta nada pasa, pero dentro todo debe ser un lío. Me imagino que la cama sigue revuelta, los libros en el piso, la computadora, igual que la luz del baño ayer, olvidé apagarla. Pero no encuentro ese lugar. Al llegar a la escuela noté que me faltaba y di la vuelta; de regreso sobre mis pasos, con la vista baja por si se me cayó en el camino, tropecé con muchas personas y casi me arrolla un auto al cruzar la calle, frente a mi casa.

Nada, absolutamente nada. Las paredes vacías, el escritorio repleto de papeles inservibles entre los que bien se podría encontrar un nido de ratas, o mínimamente unas cuantas cucarachas. Pero nada. “Dónde lo dejé”, me digo.

Bajo la mesa de la cocina, junto al teléfono, atrás de los sillones, dentro del refrigerador, en los cajones de la ropa, en el lavabo, en el horno de la estufa, bajo la escalera, en el patio, entre las plantas, en mis zapatos, en los tanques de gas, en la azotea. No está; ya revisé mis bolsillos y están vacíos. Pondré un cártel, dos, tres, cuatro, cinco, miles de anuncios en los clasificados, en los postes, en las casetas telefónicas, en los baños portátiles, en las paradas de autobús, en cada pared.

Alguien debe encontrarlo, ofreceré una gran recompensa.

Un momento. No, no es necesario hacer todo eso, creo que ya sé, ya sé donde. Sí, sin duda debe estar ahí. Me acerco, temblando ante la incertidumbre de si podré alegrarme al hallarlo donde me imagino o si estará vacío y mi lugar sencillamente despareció, así, sin explicación.

Ahora abro lentamente y…