Puede resultar trágico un asno?
¿Perecer bajo una carga que no se puede llevar
ni quitarse de encima?...
Tal es el caso del filósofo.
F. Nietzsche
¿Perecer bajo una carga que no se puede llevar
ni quitarse de encima?...
Tal es el caso del filósofo.
F. Nietzsche
Soy un filósofo frustrado. Es decir, yo debí entrar hace dos años en el colegio de filosofía, pero no fue así; por eso estoy en lingüística. No es que no me guste lo que hago, lo disfruto plenamente. Siempre queda un vacío, siempre hay algo que falta, como dice Habermas.
Pero iré un poco más atrás. Durante la preparatoria tuve mi primer contacto con la disciplina de una forma brutal: tomé un ejemplar de El viajero y su sombra, un libro de Nietzsche que no he podido volver a leer. Seguí con Aurora, La Gaya Ciencia, El Ocaso de Ídolos… y de esa manera, sin un orden particular, me adherí al vitalismo, dejé de lado a Apolo y me volví dionisíaco.
Luego, en el poco tiempo que ha transcurrido, me acerqué a Heidegger, a Hegel, Descartes, Camus, Sartre, Kant, Spinoza, Fichte (y aunque pueda interpretarse como un poco de nazismo, admiro sus Discursos a la Nación Alemana), Bochenski, Russell, Wittgenstein, Sloterdijk y, por supuesto, a Bob Dylan y Woody Allen. Estoy seguro de que esta lista se hará más larga en los próximos años, o al menos lo intentaré.
Sin embargo, al contrario de lo que pudiera pensarse al oírme nombrar a esos autores (porque es seguro que algunos digan para sí: que tipo tan pretencioso, tan presumido), creo que me queda por recorrer un largo y sinuoso camino. Ya lo dije, soy un filósofo frustrado, pero eso no me impide intuir lo que un filósofo, lo que un estudiante de filosofía siente al encararse con los textos.
Creo que es complicado para cualquiera hacer frente a las obras de su campo, no importa el que sea. Y creo que lo es más en cuanto esas obras abren mayor número de posibilidades discursivas. Puede ser que mi concepto sea erróneo o ya haya sido enunciado, pero para mí, en eso reside la importancia, y lo complejo, de los planteamientos hechos desde la filosofía: queramos o no, trascienden hasta nuestra vida cotidiana, los podemos encontrar a la vuelta de la esquina. Cada nueva teoría viene fundamentada por un acto de mirar, mirar al otro, de mirarse en el otro, de mirarse como otro. Es lo pesado, inevitable y, al final, satisfactorio.
Tal vez me falte decir algo (vuelvo a Habermas: siempre hace falta algo), y es que ya están aquí, algunos podrán renunciar, pueden hacerlo hoy mismo si les apetece, pero los que se queden deben estar conscientes de que, siguiendo el ejemplo de Zaratustra, es su turno para lanzar la pelota.
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