viernes, 13 de agosto de 2010

Ruido (3/5)

Y las artillerías
sonoras del Atlántico
se apagaron,
al fin,
en la distancia.
Manuel Maples Arce



No llama. No lo hace. No.

El teléfono no sonará, mucho menos si estás tan cerca de él, como es tu costumbre. No llama esta noche, no llamará por la mañana. No en tres días, no en dos semanas ni en un mes. No llamó ayer, por qué habría de hacerlo.

Tan pronto como pueda, te dijo, pero no ha podido. No quiere poder.

Tu voz y su voz son las mismas, si no hay cambios para qué llamar. Ambos están bien; no le ha pasado algo digno de ser contado, y deduce que a ti tampoco, de ser el caso ya habrías llamado tú.

Imagina que te encuentras un poco impaciente, con los ojos irritados, fumando, desaliñada, el cabello hecho un lio. Imagina que usas el viejo vestido negro, insignia de tu luto inútil; tratas de ocuparte en otras cosas y no puedes, así que regresas a la silla que pusiste junto a la mesa donde el teléfono se cubre de polvo. Sollozas unos minutos, te levantas y reinicias el proceso.

Hubo un tiempo en que sus miradas se cruzaron; fue el inicio del fin para tu tenaz mutismo. Durante todo lo que duró (un par de meses) el cuento que creíste vivir no hubo más que un infame ruido, estruendo a toda hora, contaminación auditiva, furiosas avalanchas de sonido. Compensación de años enteros plagados por el silencio al que le temes como si fuera muerte. Y no. No es muerte, es vida, reposo que devuelve el vigor cuando ya no es posible resistir la disfonía.

No entiende algo: silencio es la palabra que no soportas y lo que ahora tienes, pero sola. Elegiste soledad y silencio cuando se te ofreció silencio y compañía.

No llama por eso, porque no lo quiere otra vez. Porque lastima y deja imborrables cicatrices, marcas de hierro candente sobre la piel, y la tuya y la suya ya no aguantan tanto.

Por eso no lo hace. Porque es egoísta y no desea seguir entre explosiones que dejan sordo, cañonazos imbéciles, sin dirección, sin razón. Por eso no suena tu teléfono; pasas las tardes junto al aparato, encerrada, anhelando oír el ring ring. Te decepcionas cada vez que timbra y no es él. Lo siente, nunca será él.

No. No llama. No lo hace porque teme tanto a tu ruido como tú a su silencio.

3 comentarios:

MArina dijo...

Hola, me ha agradado, por burdo que suene solo le faltaba de fondo Call me (obvio cover de Franz)
Saludos.

Anónimo dijo...

Hola pensé que jamás volvería a ñeer tu bñog, aunque suene muy cursi, pero es verdad qué le pasó? Me alegra que este de nuevo en línea.
El cuento me agrado, es interesante me hace recordar cuando estoy esperando una llamada jeje.

José Luis Dávila dijo...

Gracias por tu comentario, Anónimo, es bueno volver a encontrarte. Por razones que no entiendo, mi cuenta se inhabilito, así nomás, pero estoy de vuelta.