viernes, 23 de julio de 2010

Tiempo


Pasa tiempo entre los eslabones de la cadena enredada en mi muñeca derecha y no soy capaz de sentirlo; pasa también, ese mismo tiempo, cuando lavo mis manos y el agua me recuerda cierto número de teléfono que me dictaron cuando llovía; pasa el tiempo cuando escribo, sentado frente a un desorden calculado para ser lo que es, y no puedo más que pensar en los delirios de otros. Pero, cuando me pierdo en tus ojos o en tu boca o en tus brazos o en tus muslos, las horas parecen congelarse.

En ese momento me doy cuenta de que el tiempo no lo puedo detener, pero quisiera.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola de nuevo.
Es verdad existen momentos en los que desearíamos que el tiempo se detuviera, solo para tener cerca de nosotros a alguien. Pienso que debe de haber algo bueno en que el tiempo no se detenga y es tal vez la posibilidad de avanzar.
Saludos.

José Luis Dávila dijo...

Gracias por tus comentarios, Anónimo, tú siempre al pendiente de este espacio.