A veces recuerdo el paso a desnivel con el que me tropecé y te hice reír involuntariamente.
A veces me da por recorrer esas calles mientras no estás, para saber por qué, por qué esto y por qué lo otro. Por qué no dejar de perseguir respuestas. Por qué no dejar de lado la curiosidad.
Yo no quiero volver a casa esta noche, caminado bajo las farolas descompuestas, y leer otro capitulo en mi sillón favorito de ese libro que es nuestro. No quiero cenar acompañado por mi familia, no quiero cerrar mis ojos y despertar unas horas después, cuando el reloj me marca que es tarde y que debo darme prisa si quiero llegar a clase. Pero no quiero. Prefiero seguir dormido y tenerte en imagen junto a mí.
Imágenes que se suceden. Todo el día. Toda la noche. Imágenes dónde la constante eres tú, presente en un elemento que sólo yo puedo reconocer.
Recuerdo que los domingos por la mañana solía escribir, acompañado por una taza de café; hace tanto que no la hacía. Hoy, es por ti. Estás lejos, no tan lejos, pero lejos, y eso me hace pensar en lo que podría decirte.
Qué puedo decir. Cierro mi boca y mis dedos empiezan a correr por el teclado.
Esta noche cierras tus ojos para descansar de otro tanto de (in)soportable realidad. Y te veo, no en vivo, en un cierto tipo de comunicación que establecemos. Es una manera de decirlo, no encuentro otra mejor.
Todos mis cuentos son sobre lo mismo. Puede notarlo cualquiera. Me obsesiona este tema, es algo que no puedo evitar. Sin embargo, cierro mi boca, abro mis dedos. Las teclas son presionadas y…entonces…te pregunto…me respondes…te beso…me besas…nos besamos.
Abro la puerta y salgo para tomar el escaso calor del sol. Es invierno, las flores del patio no resistieron el frío, los niños no salen de sus casas a jugar en la calle, los vecinos van al trabajo bien abrigados, yo me quedo para seguir con esto.
No creo en la navidad. Pasan los días y se acerca esa fecha. Algún día creeré. Espero que seas tú quien me haga creer.
Pierdo un poco la cabeza cuando me tocas. No quiero perderte. No quiero que me pierdas. Sólo perder la cabeza. Perderme yo. Es mi voz la que lo dice. Una voz que no es mía, que es de otro, del que cuenta esto. Es mía la voz y no lo es. Es un error que leas esto pues ya no sé si puede saberse quién lo dice. Lo digo yo. Yo lo digo. Tampoco sé si me dirijo a ti o a quien eres en verdad. Eres tú y la otra que a la que este personaje le escribe…
¡Basta!
El relato se ha desviado y mi relato no debe desviarse. Fe. Es hoy el inicio de una novela que irá dedicada a ti. Por eso no duermo. Debiera escribir un ensayo, y estoy aquí, con un cuento que se me escapa porque no estoy bien concentrado en nada desde hace unos días.
Sólo te veo. Qué puedo decir. Te extraño. No perderte. No perderme. Esta noche. Palabras que se escriben solas en el espacio que creamos juntos. Fe.
Es repetitivo. Casi circular. Un cuento que no pretende nada y lo pretende todo.
Un cuento que escribo para ti a la una treinta de la mañana, cuando me duele la cabeza y el sueño está por vencerme, mientras escucho la misma canción desde hace una hora. Pero no es por eso que sea casi circular.
Qué puedo decir. Qué debería decir.
Cierro los ojos, esta noche. No. Duermo y estoy más despierto. Esta noche te extraño.
Me pierdo un poco más. Sin querer he vuelto a sentir tu abrazo en ausencia. Porque eres la más presente, y eso lo sabes.
Con tinte esquizoide escribo este relato. No tengo idea de lo que relato. Sólo te veo y escribo las palabras que vienen de tu imagen. Siempre tu imagen. Dormida. Bella. Hoy. Mañana. Ayer. Tú.
Sí, el amor es la perfecta y estética concordancia entre un árbol de hojas polvorientas y la pared carcomida de un edificio antiguo. Nadie podría decirlo mejor que tú. Amor es, también, concordancia entre las letras de tu nombre y tu apellido.
2 comentarios:
Un saludo, mi estimado amigo, su relato es algo confuso, pero creo acertar en el tema o los temas que veo en èl, el amor y la soledad.
En algunos días me pondré al tanto de sus hermosos relatos, apenas me estoy librando de ciertas actividades.
Un abrazo.
Es un placer saludarte, mi querido Anónimo, espero que te gusten los otros dos relatos. Un abrazo.
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